En 2016 afirmamos simplemente que el 29 de febrero era el «Equal Care Day». Y el eco medial y político dejó claro lo importante que sería emprender una iniciativa de esta índole. Las numerosas reacciones, tanto de afectados como de la investigación científica y las asociaciones de intereses, implantaron de inmediato este día de acción. Desde 2016 pues, el día del año bisiesto es realmente el «Equal Care Day». Y de una idea casual surgió una iniciativa de la sociedad civil que une a muchas personas en toda Alemania, y entretanto a nivel internacional, que abogan por una mayor valoración, una mayor visibilidad y una distribución justa del trabajo de cuidados.

Con el segundo informe de igualdad del gobierno alemán, de 2017, se impuso finalmente el tema del «Gender Care Gap», o sea la brecha de género en los cuidados, en el discurso oficial. A este informe le siguió un estudio científico de dos años de duración iniciado por el Ministerio Federal de Familia (BMFSFJ, por sus siglas en alemán) y financiado por la UE para investigar las causas de la distribución desigual del trabajo de cuidados entre los géneros y desarrollar enfoques para soluciones. Como proyecto sucesor se formó en el otoño de 2020 la alianza «Compartir el trabajo de cuidados de forma justa» («Sorgearbeit fair teilen»), auspiciada por el Consejo Alemán de Mujeres (Deutscher Frauenrat).

Ambas iniciativas del BMFSFJ abordan la cuestión de la brecha de género en los cuidados a nivel privado. Y está claro que una repartición justa del trabajo de cuidados en las familias, las viviendas compartidas y las relaciones de pareja es una condición previa importante para lograr una sociedad igualitaria. Sin embargo, la organización actual del empleo y la vida laboral exige de muchas personas que externalicen gran parte de su responsabilidad por los cuidados a otras personas: a (otras) mujeres. Esta brecha de cuidados a nivel privado está estrechamente relacionada con la brecha de género en los cuidados que existe en la vida profesional y la economía informal y, por lo tanto, no debería estudiarse de manera aislada.

“Care Chains”: la dimensión internacional de la brecha de cuidados

La externalización del trabajo de cuidados tiene sentido desde el punto de vista económico solo porque el trabajo de cuidados es mucho peor pagado que otras formas de empleo. Esto conduce a la extrema escasez de personal especializado en los sectores de los cuidados y la educación que sufrimos desde hace años y que ha provocado movimientos migratorios hacia la economía informal o financiados por el Estado. En última instancia externalizamos nuestros problemas al extranjero, a países ya de por sí menos privilegiados que Alemania y el mundo occidental. La insuficiente remuneración en el sector de los cuidados es necesaria para mantener en pie un sistema que no asume su responsabilidad, sino que la externaliza. Y, por cierto, esto no se aplica solo al sector de los cuidados, sino también a la protección del medioambiente.

En el marco de la «Acción concertada pro cuidados» («konzertierte Aktion Pflege») en verano de 2019, el ministro de salud, Jens Spahn, anunció que Alemania pretendía reclutar personal médico especializado y de cuidados de México, Kosovo y Filipinas. Por la vía más bien informal de los «Cuidados en casa las 24h» («24h Inhouse-Pflege») vienen a Alemania mujeres de Polonia y otros países de Europa del Este para ocuparse de personas necesitadas de ayuda y cuidados, un trabajo para el cual muchas veces están insuficientemente calificadas. Y, a pesar de que la República Federal de Alemania ratificó el Convenio 189 de la OIT («Convenio sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos») ya en 2013, las condiciones laborales para el trabajo doméstico en Alemania siguen siendo precarias y, a menudo, dudosas desde el punto de vista del derecho laboral.

En ambos casos, Alemania, en su condición de país rico, es el primer eslabón de una llamada cadena de cuidados (Care Chain). Pues todas estas mujeres abandonan a sus familias, hijos e hijas, nietos y nietas, y familiares necesitados/as de cuidados, cuyos cuidados ellas externalizan a otras mujeres de otros países menos privilegiados aún, que, a su vez, abandonan a sus propias familias. Hasta que en algún momento se rompe la cadena y las personas menos privilegiadas quedan sin cuidados. Pero como esto sucede muy lejos de aquí, nadie se entera y queda invisible, como todo el trabajo de cuidados en general.

Más que solo la barriga llena y la sábana limpia

La comunicación y el debate sobre el trabajo de cuidados fracasa muchas veces a causa de que demasiados hombres no son conscientes de lo que significa y de todo lo que abarca el trabajo de cuidados porque nunca lo aprendieron/no tuvieron que aprenderlo de niños, a diferencia de sus hermanas. Para algunos, el trabajo de cuidados se sobrentiende tanto y para otros es algo tan ajeno que apenas llegan a ser conscientes del alcance y la dimensión del trabajo de cuidados, por lo que para ellos no es un tema. Así, por ejemplo, en los debates y las investigaciones se omite casi por completo el tema de la llamada carga mental, o sea la carga de tener la responsabilidad. Este es un factor difícilmente medible y, por lo tanto, solo se menciona al margen en el segundo informe de igualdad del gobierno alemán o en estudios comparables. Sin embargo, más aún que la medible limitación de tiempo, es esa carga mental no tematizada la que les dificulta o hasta les impide a los afectados y afectadas participar activamente en otras áreas de la vida social, ya sea en la política, la cultura y la ciencia, como en el plano profesional y económico.

La carga mental es la suma de todas las tareas que una persona asume para administrar en la memoria todas esa cosas invisibles que hay que hacer. Se trata de gestionar las relaciones y las emociones dentro de un grupo, un equipo o una familia, y de la coordinación, administración y conservación de procesos y tareas, una responsabilidad subestimada y pasada por alto que, en grupos de trabajo, pero más en las familias, es impuesta sobre todo a las mujeres. Y como esta responsabilidad no cuenta como trabajo y nunca ha sido asumida por muchas personas, a menudo se pasa por alto y, por lo tanto, no se aprecia.

En el marco de la iniciativa Equal Care Day nosotros desarrollamos, junto con Johanna Lücke, el test de carga mental (Mental Load-Test), un cuestionario concebido para determinar de forma rápida y sencilla como es realmente la distribución del trabajo de cuidados en la propia familia, así como en viviendas compartidas y otras comunidades de responsabilidades. La catedrática Zuhal Gündüz de la TED University de Ankara y directora del Center for Gender Studies está traduciendo con su equipo el test al turco y al árabe y adaptándolo a las condiciones de vida de Turquía. A partir de enero de 2021 pretenden introducir el test en el trabajo científico para determinar cifras válidas más allá de los estudios que solo se dedican a determinar cómo se emplea el tiempo.

El objetivo a largo plazo es perfeccionar el test de carga mental para aplicarlo en diferentes sociedades y situaciones de vida, y ampliar su contenido para describir y evaluar las relaciones entre países.

Un test de carga mental para las relaciones internacionales

La solícita y raras veces cuestionada externalización de la responsabilidad por los cuidados hace evidente el poco valor que se la da a esta, tanto desde el punto de vista financiero como ideal. Esto empieza en el núcleo familiar y se extiende a todos los niveles de la sociedad hasta el cálculo del producto interno bruto (PIB). Si bien el PIB se considera un indicador del bienestar de una sociedad, este ignora por completo el trabajo de cuidados realizado a nivel privado y no remunerado, como si el sistema económico de un país pudiera funcionar sin el trabajo de cuidados. La ayuda de parto, el cuidado y la educación de los niños y niñas, y el trabajo social, las miles de tareas cotidianas del hogar, la alimentación y tantas otras tareas de cuidados no remuneradas son, más bien, la base de toda economía. Y la distribución justa del trabajo de cuidados es la condición básica de una sociedad igualitaria.

Solo si el trabajo de cuidados se distribuye de forma justa entre los géneros, pero también entre ricos y pobres, nativos y emigrantes, solo entonces todas las personas tendrán las mismas oportunidades de participación en la sociedad, la política y la economía, la cultura y la ciencia, a nivel profesional y privado, y en todos los niveles y todas las jerarquías. Y esto no solo es válido dentro de una sociedad, sino que se puede aplicar también a las relaciones entre países: mientras las mujeres de Europa del Este abandonen a sus familias para cuidar a personas necesitadas en familias alemanas, mientras reclutemos a personal especializado en el extranjero y aprovechemos la formación profesional que disfrutaron en sus países y sus conocimientos para compensar la escasez de personal de cuidados en Alemania, mientras los temporeros de Europa del Este mantengan en pie la industria alimentaria alemana, mientras exportemos nuestra chatarra electrónica y nuestros desechos de plástico al Sur Global, etc., seguiremos reproduciendo las desigualdades y socavando el desarrollo social y económico independiente de estos países.

Hacia una democracia cuidadosa

Lo contrario de atención y cuidado es desconsideración. Quien externaliza su responsabilidad por los cuidados o hasta la niega, actúa de manera desconsiderada, no de por sí, pero sí dentro de un sistema que menosprecia sobremanera el trabajo de cuidados y lo castiga, tanto desde el punto de vista financiero como ideal. Y esto tanto a pequeña escala, en el núcleo familiar, como a gran escala, en las relaciones entre países.

Las limitaciones resultantes de las medidas para contener la pandemia de coronavirus y los efectos cada vez más evidentes del cambio climático muestran claramente cuán necesario es un cambio de sistema, un orden económico y un concepto de economía consciente del sentido original de la palabra griega oikonomia (administración del hogar) a fin de producir, distribuir y usar o consumir de la manera más sensata los medios necesarios para satisfacer las necesidades básicas del ser humano.

Ya se trate de los cuidados, la protección del medioambiente o la producción de alimentos, ropa (y equipos de protección en tiempos de pandemia), la externalización del trabajo de cuidados y la responsabilidad por los cuidado refuerza las desigualdades a nivel económico, político y social entre las personas de diferente origen, clase y género, pero también, a nivel global, entre Oriente y Occidente, y Norte y Sur. Una distribución justa del trabajo de cuidados y de la responsabilidad por los cuidados es la clave para lograr relaciones igualitarias y la justicia individual y global. Cualquier otra cosa es una desconsideración abierta o encubierta.

Sascha Verlan + Almut Schnerring

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